Epopeya de Un Pueblo Olvidado

La primera vez que lo terminé, mi estado de conciencia alterado del momento me hizo volar entre las casas con tejados de cinc del pueblo que se borraba de la faz de la tierra y de las memorias, en una especie de vértigo asfixiante, como si hubiera estado dentro del cuerpo de aquél, el penúltimo de la estirpe. Quizás fue una de las mejores sensaciones que he tenido en toda mi vida, junto a mirar un amanecer en Hualaihué, estar en el recital de mi banda favorita, correr por una avenida que subía desde el rio en Valdivia (paradójico, eh?), mientras la llovizna se mezclaba con los puntitos luminosos del atardecer, y otras cosas que resultan evidentes. Esta vez, en la misma cama, pero con pijama, no con mi uniforme escolar de esos tiempos, ahora lúcida, salvo un poco de somnolencia en el grado mínimo de su expresión, lo viví desde fuera, no incorporándome a la vorágine de hace más de tres años, sino como un observador ni activo ni pasivo. La mayor diferencia fue que la primera, aunque fue totalmente real y embargador, me dejó casi en shock, algo mareada, adrenalinica, y que me tendí en la cama y el "estado transitorio" se transformó en siesta involuntaria. Esta vez, recostada entre azules cobertores, azules sábanas, azules almohadas y blancos trabajos que estaba corrigiendo, me llené de pena, un poco de rabia, una mezcla entre compasión y rechazo a la patética desesperanza que rodeó a tantos.

Un castaño milenario donde yace el patriarca, más de treinta guerras civiles iniciadas para la derrota, pescaditos de oro, una tumba con olor a pólvora, un tren con centenares de vagones y más de tres mil muertos lanzados al mar, hormigas rojas asesinas, pasiòn, muerte, en un sólo caso amor, y soledad, siempre soledad... que el tiempo no avanza lineal para perderse en los rumbos de la historia, el tiempo da vueltas en redondo, un círculo infinito y eterno retorno, y todo lo que pasó se repite, nuevos actores pero al final nada tuvo sentido, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad en la faz de la tierra, pero si yo tengo un hijo le pongo Aureliano, y cruzaré los dedos para que tenga un sino igualmente grandioso, pero menos desgarrador...

De repente, la Rue Dauphine... me desconcertó un poco, ¿será un deja - vu o simple asimilación parisina? ... un par de segundos consultando al oráculo cibernético, y no... efectivamente no es asimilación de nombres, Julio sí la incorporó a su repertorio de callejuelas y adoquines y cuartos de alquiler barato, y a Oliveira y la Maga... y la Maga, la Maga se habría reido de Amaranta, de Fernanda (sobre todo de Fernanda), pero no de Rebeca, de Petra, de Pilar... ella habría simpatizado con las que cargaron la marca de meretrices, mujerzuelas, de corruptoras de gente con valores... y yo, tal como mi impuesto alterego-aumentor-de-ego (qué más presuntuoso que tener a la Maga de alterego) habría caído a excavar en las vidas y los corazones de las despojadas.



En fin, una oda a la no-felicidad, a los desposeídos, los condenados, los perdidos, los que llevan una cruz de ceniza en la frente por donde han de entrarles dos balas, una oda a las calles polvorientas, a la temporada de vacas flacas, al olvido, la muerte, a la GRAN NADA, a la muerte, el vacío...



Muy ad-hoc a mi estado de estos días


Que no me falte rock!!! =P







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